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La innovación y la doble moral

Por Ángela Bertieri, Politóloga y Coordinadora de Cultura y Fortalecimiento de Capacidades de Connect Bogotá


Seamos sinceros, la innovación tiene una dualidad digna de los mejores debates. Por un lado, la profesamos a los cuatro vientos, es el concepto de moda, las organizaciones presumen de tenerlas en su visión, misión y objetivo; pocos líderes políticos no la incluyen en sus elocuentes discursos, y sin duda, proclamamos que una empresa o un país la necesita para subsistir.


Por otro lado, cuando se trata de ponerla en acción, o de destinarle los recursos necesarios, el escenario se torna lúgubre. Creemos que la innovación arriba por ósmosis, se incluye en el plan estratégico de una compañía y acto seguido se le asigna la labor de innovar al equipo de mercadeo, por ejemplo, sin acompañar esta importante decisión de recursos –humanos y financieros- entre otros.


Ahora bien, hagamos una analogía en torno a la situación de Colombia. En el plan de desarrollo “Todos por un nuevo país” el Presidente Santos incluyó la ambiciosa meta de llegar al 1% de inversión en Actividades de Ciencia, Tecnología e Innovación (ACTI) para el 2018, -actualmente estamos en 0,7%- y no siendo poco, constituirnos como uno de los tres países más innovadores de América Latina. Todos los que trabajamos en innovación –y creemos fehacientemente que es uno de los principales motores de desarrollo y competitividad- nos regocijamos con la noticia.


Nos enfrentábamos a un futuro esperanzador. Se había creado iNNpulsa, la agencia de innovación del Estado-, Connect Bogotá se constituyó como la red de innovación de Bogotá, estábamos ad portas de crear un robusto Conpes en este materia y distintas instituciones del Gobierno, como Colciencias y Mintic, habían adelantado una serie de instrumentos para fortalecer la CTi. Se tomó una decisión trascendental que probablemente cambiaría el rumbo de la nación. Teniendo en cuenta que los países más innovadores del mundo tienen a su vez altos estándares de calidad de vida y de desarrollo, llegamos a pensar que estábamos apostándole a dejar el subdesarrollo y crear lineamientos propicios para concebirnos como una nación competitiva.


De los diez países que encabezan el Índice Global de Innovación, siete se encuentran también en los primeros lugares del Índice de Progreso Social  (Finlandia, Dinamarca, Suiza, Suecia, Países Bajos y Reino Unido) y cinco en los diez primeros lugares del Índice Global de Competitividad (Suiza, Singapur, Estados Unidos, Suecia y Reino Unido). Colombia, en estos rankings, ocupa los puestos número 65, 49, 61, respectivamente. Lo anterior indica que hay una correlación positiva entre innovación y desarrollo. Como dijo Andrés Openheimer en su libro “Crear o morir”: No hay la menor duda de que los adelantos tecnológicos son el principal motor de la reducción de la pobreza y mejora de nuestra calidad de vida.


Actualmente, el país destina el 0,22% de su PIB a Investigación y Desarrollo. Adicional a los esfuerzos que se han realizado por parte del Gobierno, la academia y el sector empresarial en torno al tan esperado 1%, todavía tenemos un largo camino por recorrer. Sin embargo, hace unas pocas semanas se dio a conocer la asignación presupuestal general de la nación para el 2018 donde se recorta un 41.6% del rubro de innovación. Entonces, ¿Cómo pretendemos cumplir estas metas con tan escuetos recursos? ¿Qué mensaje se le está enviando a la comunidad científica del país? El desconcierto es generalizado.


Diana Gaviria, directora de Connect Bogotá lo plasma perfectamente en el artículo de opinión de El Tiempo titulado ¿Qué pasó con la promesa de estar entre los países más innovadores? En el 2015, el presupuesto asignado para la ciencia fue de $337.000 millones y en el 2018 será de $222.000 millones, una pésima noticia para la comunidad científica, académica, para las empresas que aspiran a competir en un mundo más globalizado y para la sociedad en general que se perderá de innovaciones que resuelvan los grandes retos sociales de nuestro país.


Mi invitación hoy, estimado lector, es a que le otorguemos a la innovación la verdadera importancia y trascendencia que amerita. Si bien sobre esta temática podría realizarse un estudio profundo y detallado, mi propósito con este artículo en este blog es simplemente sembrar la semilla del pensamiento crítico, a nivel organizacional y por supuesto nacional. Para tener una apuesta clara en CTi se requiere esfuerzo, inversión y una línea clara de liderazgo. Por lo tanto, dejemos de pensar que es un concepto aislado que se desarrollará per se. Como dijo Vidal  Sassoon "La única parte donde el ‘éxito’ aparece antes que el "trabajo" es en el diccionario. 

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